Las Constelaciones Familiares vienen a golpear el gong de nuestra consciencia.

“En ocasiones podría parecer que un taller de Constelaciones Familiares está en resonancia con los acordes de la vida misma. Persiguiendo una meta o impulsados por un llamado, el primer paso hacia la experiencia es manifestar nuestro deseo de ser inscritos y de formar parte. Si el grupo dispone de espacio, obtenemos un lugar y estableciendo un compromiso recíproco, satisfacemos una necesidad mutua.

La primera vez que asistí a un taller, grande fue mi sorpresa cuando descubrí que no había sido el único en experimentar, que cuando nuestro nombre se encuentra en la lista de asistentes, ya estamos constelando. Es como si el compromiso de estar llamara a nuestras puertas más profundas. Abriendo finas rendijas, desde las que emergen burbujas de contenidos que salen a flote en la superficie de nuestros sueños, y estallan en el corazón mismo del baile relacional del momento.

A partir de la inscripción, damos la primera respiración en la vida del taller. Inhalando el espacio que nos toca por derecho de pertenencia al grupo y entregándonos como parte fundamental que posibilita la existencia de éste. A partir de este momento somos tomados por una fuerza que nos reúne, nos vincula, que nos integra en un todo mayor: el Alma.

Las Constelaciones Familiares vienen a golpear el gong de nuestra consciencia, y a despertarnos de la ilusión hipnótica desde la que nos percibimos seres individuales e independientes. Vienen a enseñarnos que nuestro ser habita simultáneamente en un plano individual y en uno colectivo.

Y así como el individuo que somos se sirve del clan para existir, también somos parte de…, estando al servicio y dando la posibilidad de que algo mayor se estructure. Así pues necesitamos y somos necesarios a la vez, como si esa simultaneidad, sirviera de eslabón al amor, para cohesionar las distintas dimensiones del universo.

¿Qué mejor manera que formar un grupo, podríamos encontrar para trabajar nuestra dimensión sistémica? En efecto, los talleres conservan la proporción en la que nuestra vida colectiva se desenvuelve, y despliegan redes de vínculos para sacar a la luz y sanar los cortocircuitos que interrumpen el flujo del amor en nuestras relaciones.

¿Y si fuera verdad que muchos de nuestros problemas no se originan en un primer plano? ¿Y si nuestros asuntos estuvieran enraizados en un trasfondo colectivo? ¿Y si la solución no se encontrara en el plano superficial de la mente sino en un plano más profundo que nos vincula?”

Toni Planells